Hoy, exactamente hoy, quedan 40 días, para el día de Sevilla, para el domingo sevillano por antonomasia, para el Domingo de Ramos. La espera comienza y nuestro reloj ha comenzado a contar las horas al revés, porque esta vez el tiempo corre lento, lento hacia delante hasta llegar a la gloria. Eso se nota en la mirada del hombre mayor que busca la llegada, un año más, de su máxima devoción. Se nota en la mirada del joven, que ansioso cuenta los días para ponerse la túnica de nazareno para realizar su estación de penitencia, ya sea la primera de ellas, o cuando lleva ya unas cuantas primaveras en sus sandalias nazarenas. Se nota en la mirada de la abuela, que lucha, corre, busca, los hilos perfectos para coserte ese escudo en el antifaz y que seas el nazareno que más guapo va hacia la catedral. Se nota en la mirada del padre y de la madre que si no van con el cirio, encuentra su peculiar penitencia en busca de su hijo para darle el bocadillo de mortadela a la salida de su Iglesia, no vaya a pasar hambre el niño. En definitiva, se palma en el ambiente que algo está por llegar.
La gente dirá: ¿Qué tiene esta ciudad ahora?, ¿por qué está todo el mundo de camino a su hermandad?, es tan fácil y a la vez tan difícil de entender. Tantas noches en la Iglesia buscando las horas en las que nadie entra a rezar, para preparar ese magnífico altar, para vestir a tu dolorosa y que sus devotos la vean y se animen a orar ante ella. Tantas noches en la casa hermandad, organizando los turnos del besamanos, los nuevos hermanos que juran reglas. Tardes de llegar a las tantas a casa y que la razón fuera, es que se ha liado la cosa en la hermandad, ha faltado gente y el proceso va más lento. Esos días de Vía Crucis, buscando la vara, repartiendo los cirios, preguntado quién quería portar la imagen. Es difícil de entender, que todo eso, toda esa lucha sea para que esta semana que va a llegar quede perfecta, para que no haya ningún fallo. Y eso ya va a llegar, así los anuncian las campanas de San Julián y los ensayos de costaleros que están ya esperando a ese día para lucir sus cambios. Que poquito queda...
Recordando a Rafa Serna cuando se refería a su padre con las palabras en su pregón de: "en el viejo ropero de la casa de mi madre, hay una percha vacía, vacía porque no está, la que mi padre vestía...". Sabias palabras pregonero, hoy encontramos otra percha vacía en ese viejo ropero pero estamos seguro que tu capa de blanco merino estará en las candelerías del portentoso paso del Sentencia. Y eso también es lo que llega ahora, llega la emoción al recordar a los que ya, desgraciadamente, no se encuentran con nosotros pero que vivían estos tiempos como los que más. Y este año los veremos cuando miremos la cara al Cristo que ellos hacían lo que fuera por hacer penitencia o en la Virgen que ellos querían ver porque les había ayudado en algo muy importante. A todos se nos está viniendo ahora una cara familiar, porque la Semana Santa también es eso, recuerdos, y son esos recuerdos los que la mantienen viva.
Sevilla está cambiando y se nota en el rún rún que hay en la ciudad en estos días y es porque faltan apenas cuarenta días para que se convierta, todavía si cabe más, en una ciudad un poquito más bonita que durante el resto del año. Los balcones se llenarán de palmas, capirotes por las calles, tripudos, quinarios, novenas, túnicas sacadas del cajón para plancharlas, los escudos, la medalla de tu hermandad, la papeleta de sitio...son tantas cosas las que llegan. Tan sólo cuarenta días y el sueño se hará realidad. Queda tan poco...
Cuarenta días para que los nazarenos blancos del porvenir, pongan su cruz de guía en el parque de María Luisa, cuarenta y uno para que se escuchen las campanas de Santa Marta, cuarenta y dos para que los varales de San Esteban crucen obrando el milagro, cuarenta y tres para que de vuelta, la plaza de Cristo de Burgos se quede muda rezando ante su crucificado, cuarenta y cuatro para que el Señor de Pasión baje la rampa en busca de la catedral y de madrugada el Señor de la ciudad nos cuide a todos por las calles, cuarenta y cinco para que el Cachorro vuelva a Triana en su última expiración, porque todavía este año no va a morir, cuarenta y seis para que la Soledad camine de vuelta, cansada, hacia San Lorenzo y cuarenta y siete para que Dios, como bien dijo, resucite en Sevilla porque así estaba escrito.
Ya no queda nada para esa semana de siempre. Cojan el dobladillo a las capas, ajústense el cinturón de esparto a la cintura, pónganse la corbata y el traje nuevo y recen, ahí está la clave de este tiempo, ya está aquí la cuaresma sevillana.
Link poema en el Rincón del Cofrade:https://elrinconcofradecom.com/2020/02/26/miercoles-de-ceniza/
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Jesús Benítez Rodríguez
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