SEMANA SANTA 2018

La semana Santa de 2018 empezó con dudas debido al tiempo. Desde semanas el tiempo no ayudaba mucho y siempre quedaba la esperanza de que todavía quedaba mucho. Pero para cualquier cofrade, la esperanza es lo último que se pierde.

-Viernes de Dolores, el sol salió en Bellavita
El Viernes de Dolores comenzaba con retraso.Todo apuntaba a que el Viernes de Dolores se iba a quedar huérfano de cofradías. Desde hacía días, las previsiones meteorológicas no eran nada halagüeñas para la jornada inaugural de las vísperas. A eso de las tres de la tarde, el cielo comenzó a descargar agua. Pero no chaparrones, sino una llovizna impertinente y constante que calaba, y un aire frío que parecía más propio del invierno que de la primavera. En Pino Montano había poco ambiente. Desde por la mañana se sabía que la cofradía iba a prorrogar su decisión en busca de una mejoría del tiempo que no llegó. A las 18.45 horas, el primer golpe: el hermano mayor comunicó que se suspendía la estación de penitencia. La noticia sentó como un jarro de agua fría en Heliópolis. En el patio del colegio Claret, a esa hora, se celebraba la misa con los nazarenos metidos en el claustro. La Misión se dio una hora de margen para decidir, a sabiendas de que habría que recortar el itinerario. Al final, la cofradía no saldría a la calle. Había pocas esperanzas de que el día se pudiese arreglar. Sin embargo, apenas diez minutos más tarde de esa decisión, llega la noticia desde Bellavista,Con un cielo plomizo, al ocaso ya, se abrían las puertas y comenzaba a salir la cofradía. Cogió tan a contrapié la decisión, que en los primeros momentos del recorrido, apenas hubo público. En ese instante, todo apuntaba a que la Corona y Pasión y Muerte pudieran tomar la misma determinación porque, además, tenían aún más margen. Sin embargo, a las ocho de la tarde, justo cuando el riesgo de lluvia bajó considerablemente pese a los nubarrones, ambas hermandades anunciaban que no saldrían. Bellavista arriesgó y todo fue espectacular. 

-Sábado de Pasión, por fin salieron todas
Con suma puntualidad, a las 15.10 horas, se puso en la calle la cruz de guía de la hermandad de Padre Pío. Los 200 nazarenos carmesíes y blancos volvieron a cumplir su estación de penitencia en la parroquia del Cerro, que este año cumple su 75 aniversario. Emociones en una salida a los sones de «La Saeta» y con la voz gitana de José Vargas, que este año se ha hecho cargo de los dos martillos. Desde la parroquia de San Antonio de Padua, a las 16 horas, Torreblanca entera se ponía en la calle para arropar a la gran cofradía de las vísperas. Mil nazarenos y un objetivo claro: evangelizar en un barrio castigado por la falta de empleo.  Como siempre, no faltó en Torreblanca la representación política, con el alcalde a la cabeza.Desde el Parque Alcosa, el Divino Perdón volvía a las calles para recorrer un barrio, su barrio. la cofradía puso su cruz de guía en la calle a las 16:30 horas desde la iglesia de la Beata Ana María de Javahuey y San José de Cluny.Quizá En Ciudad Jardín y Nervión se congregaron las mayores bullas de la jornada. El misterio del Puente Cedrón es un reclamo. Un paso poderoso, inmenso, y que tiene un compás muy definido a los sones de La Redención. «Así navega el galeón de la Esperanza», como Ricardo Almansa anima a sus hombres. La Virgen estrenaba el pasado a terciopelo de las bambalinas frontal y trasera. Unos bordados tan originales como el resto de la cofradía.En San José Obrero lo que estrenaban ayer era el recorrido. Fue un acierto llegar a los Gitanos. Sobre las 19.30 horas, en la calle Verónica no cabía 
un alfiler para ver llegar al Nazareno de Fernando Aguado que, emocionado, llevaba a su hija de monaguillo delante del Señor 

-Domingo de Ramos, por fin llegó el día
Tras el mal rato de lluvia y después de retrasarse la salida una hora, se abrieron las puertas del templo para que se oyeran las primeras llamadas de Sanguino para confirmar la Victoria sobre el invierno. Eso sí, la cofradía fue la más afectada por la lentitud de la cola del frente nuboso y hubo de replantear todo su recorrido de ida olvidándose de su paso por el Arenal y, como hace dos años, transitar por la avenida de la Constitución y García de Vinuesa para buscar la Campana por el camino más corto y amplio para poder acelerar.Su camino hasta el Centro fue ejemplar y titánico para llegar a tiempo.Quedó el lucimiento para la vuelta, especialmente por el ya clásico tramo por la avenida Isabel la Católica, que volvió a abrirse sólo para el tránsito de la cofradía y donde se disfrutó.La primera en la carrera oficial, eso sí, fue la Entrada en Jerusalén, que no sólo había esperado veinte minutos para bajar la famosa rampa sino que llegó al palquillo casi un cuarto de hora después de lo previsto, con sus tramos de niños muy separados, lo que fue hipotecando el resto de jornada. Cambió no sólo su horario de salida, que se demoró media hora, sino también su trayecto y tomó por San Pablo, Murillo y O´Donnell para buscar la carrera oficial dejando más margen a La Paz. Apenas dejaron de caer las últimas gotas en Molviedro, la cofradía se organizó con total normalidad y la gente que se agolpaba en el Compás de la Laguna disfrutó con el avance decidido del barco del Señor a los sones de la Agrupación Virgen de los Reyes como luego ocurrió en la llegada a la carrera oficial mientras se interpretaba La Saeta y se enfilaba Sierpes con andares muy trianeros con algún paso atrás incluido. También pidió media hora más la corporación de los Terceros, pero apenas lo notó luego en su ritmo hasta la misma Catedral pues las que la precedían ya habían sumado retrasos. De hecho, tuvo hasta que ralentizar el ritmo de su portentoso misterio con los doce apóstoles, en el que este año podrían contemplarse las manos originales del Señor, las de Sebastián Santos; la que tradicionalmente sujeta el cáliz es una obra posterior precisamente del hijo de ese escultor, pero esta vez se decidió procesionar con la imagen original completa y el cáliz se colocó sobre la mesa que centra este pasaje evangélico.No se puso en la calle hasta las cuatro, cuando todo su barrio vivió con enorme alegría que la jornada se despejara y que la hermandad se echara también a la calle. El martillo de Ramón Ariza y una primera levantá por Gabriel Cruz lanzaron la cofradía definitivamente a la calle hasta que llegaron los minutos de espera entre la Alameda y Trajano.. El hermosísimo palio azul se planto en la Campana con «Estrella Sublime» antes de recibir una lluvia de pétalos desde la esquina de la confitería. El regreso a su feligresía, ya sin prisa, resultó magnífico a pesar de la bajada de las temperaturas.La estación de penitencia de la cofradía trianera estuvo cargada de emociones no sólo por su excepcional andar sino por las levantás y chicotás dedicadas a la Esperanza de Triana, a su mayordomo, Paco de la Rosa —fallecido a mediodía y también hermano de La Estrella—, y a la Virgen de la Victoria por su próxima coronación. El Señor de las Penas, portentoso con lirios morados en su paso, rompió las manos del público de tanto aplauso en San Jacinto y el Altozano en su espectacular salida y puso en pie a la Campana al llegar a los sones de «Réquiem» con el izquierdo por delante. La Virgen, de su lado, completó la primera parte de su estación de penitencia mezclando compases macarenos y trianeros y demostrando una vez más que es la pura esencia del Domingo de Ramos, como cuando sonó su marcha, «Estrella sublime», bajo los pétalos de Rioja a Velázquez.Ajustó también su horario y la hermandad decidió abrir en San Juan de la Palma un cuarto de hora más tarde para no esperar mucho en la calle y tener que alterar su magnífico y tradicional discurrir. El Silencio Blanco y sus cornetas de las Tres Caídas completaron un camino de ida a la Campana majestuoso, ejemplar y todavía con mucha gente, algo que no puede decirse de la tardía vuelta a pesar de que dejó estampas verdaderamente maravillosas. Con los atrasos acumulados, el Cristo del Amor conmemoró los cuatrocientos años del encargo de su talla a Juan de Mesa con unas calles ya desangeladas. La cruz de guía se puso en la calle a las diez menos cuarto y llegó a la Campana casi a las once y media. Con todo, hasta ese escenario sirvió para que la impresionante imagen del crucificado sobrecogiera a quienes aguantaron, muy especialmente en las estrechas calles de vuelta y en el Salvador a la entrada. 

-Lunes Santo, la semana continúa con sol
El antiguo nombre de la plaza le venía que ni pintado a este cuadro. A eso de las tres, en la recoleta placita golpea el sol, que llega a picar por momentos. Hay quien venía pertrechado para el frío y acabó quedándose en mangas de camisa. En la paleta de colores de la jornada de ayer, lo que tocaba era el celeste y el blanco, primero por el cielo, puro y limpio, y segundo por la cal del de las fachadas. Sale el Beso de Judas y el barrio es un cuadro costumbrista en movimiento. Suena «Alma de Dios» en el interior. Desde que se levanta por primera vez, lo que se vive con el misterio es una apoteósis.Se va el Beso de Judas por Santa Catalina y, desde el balcón del palacio de los Marqueses de Villapanés, Manuel Cuevas se rompe el pecho para cantarle a la Virgen del Rocío, que era para romperse la camisa. Hace diez años, el barrio más alejado de cuantos van a la Catedral llegaba por primera vez a la Carrera Oficial y sonaba un aplauso que todavía resuena en el Polígono. San Pablo llegaba a la Campana con una cofradía hecha, con largas filas de nazarenos, un canasto dorado y un palio que es una filigrana de oro, terciopelo y malla. San Pablo tomó la alternativa en 2008 y, una década después, llega en figura.A las seis de la tarde se confirma: la ciudad se ha echado a la calle. Entre el Duque y San Andrés, por los recovecos por donde cruza el cortejo fúnebre que lleva a Dios al sepulcro no cabe nadie. Qué difícil es ver Santa Marta. No hay mejor calle para ver ese traslado que Amor de Dios. En esta primavera florecida del Lunes Santo, de nuevo el milagro de la rosa que brota cada año al caer la gota de la sangre de Cristo. En la cofradía del pispás no caben sillitas ni pipas. Hay que recibirla de pie, en silencio y en respeto, que es lo que ayer faltaba en las cuatro esquinas. Menos mal que cuando sonaron las campanas de San Andrés para anunciar que el Señor muerto ya va camino de la tumba se hizo el silencio.El sagrado decreto del Lunes Santo lo dicta el misterio del Soberano Poder, que tiene el mando. Fíjese si la cofradía es larga, que estaba la cruz de guía llegando a la flamenca de O’Donnell, y pese a que los nazarenos iban pegados y de tres en tres, el paso estaba aún en San Pablo. Sonaba precisamente «Sagrado Decreto» y aquello se caía a golpe de palmas. Se detiene el paso en la entrada de Rioja y suena un ole que asusta hasta a los que van en el cortejo.Las Cigarreras forman un lío cuando arranca «Silencio, ante Herodes, el Hijo de Dios». Y el misterio lo borda con los cambios. Un anticipo de lo que llegó en la Campana. Apoteosis con el izquierdo por delante.Uno escucha la banda de las Tres Caídas tras el Cristo de las Aguas y se le revuelve el estómago de pensar cómo, por treinta monedas de plata, la hermandad fue capaz de traicionarse así misma. Para mandar a Zaragoza al director de la de Granada y a quien estuvo a punto de venderse. Lección de pureza y grandeza de Julio Vera. Zaragoza a ver las Aguas. Fue tanto el tapón que se formó, que hubo quien se conformó con ver pasar al Cristo de Illanes, que cumple 75 años, en una bocacalle de apenas tres metros de anchura a 30 metros de distancia y al lado de la ya clásica botellona que forman cada año un grupo de jóvenes en la plaza de Godínez. Pasaban ya las ocho de la tarde y el cielo se volvía violáceo. El Cristo de la Vera Cruz se veía de lejos desde la calle Cardenal Cisneros cuando los ciriales del Señor de las Penas se ponían en la puerta. Suena «Jesús de las Penas» y la estampa es patrimonio histórico del Lunes Santo. Se cumplen cincuenta años de la música que se compuso para un noticiero que acabó siendo banda sonora inconfundible de la Semana Santa de Sevilla. Avanza el Nazareno caído de San Vicente, donde hay un espejo donde se mira el Señor cuando sale cada año en forma de retablo cerámico. El interior de la parroquia está a oscuras. Suena el llamador y un golpe seco, que duele, antes de que el cañaveral que forma la candelería de la Virgen de los Dolores se ponga en el dintel de la puerta. Salida perfecta, inconmensurable. Es imposible sacar un paso mejor y con más técnica que la de Antonio Santiago. Y llegó el momento histórico. Palio perfecto, salida perfecta y perfecta también la banda. Tejera es la una de las grandes maravillas de la Semana Santa. Ayer, por segunda vez, interpretó «Jesús de las Penas», en lugar de «Tus Dolores son mis Penas», como homenaje a la marcha. El cielo tiene entonces un azul añil, mientras el palio gira hacia San Vicente. De fondo, otros nazarenos negros, que no son los de Vera Cruz, sino los del Cristo de la Expiración.La oscuridad le sobreviene al crucificado laocoontiano de Marcos Cabrera, que mira hacia arriba mientras pasa junto a Murillo. Uno piensa en la Semana Santa que vería el pintor sevillano que cumple 400 años. Seguro que vería a este Cristo inspirado en un dibujo de otro grande de los cuadros, Miguel Ángel Buonarrotti. Uno que le regaló a Vittoria Colonna como símbolo del amor que sentía por ella y que no fue correspondido. Como tampoco es correspondido el amor del Lunes Santo hacia la decana del día. No es de recibo que la Virgen de las Aguas salga a las diez de la noche, que tenga que esperar comprimida la cofradía para poder llegar a la cercana Carrera Oficial y que, pese a la belleza del recorrido de vuelta, tengan sus nazarenos que soportar el frío de la madrugada como ayer ocurrió. Hay que buscarle un arreglo al asunto.

-Martes Santo, una jornada para pensar
Las primeras horas del Martes Santo fueron como siempre. La mañana en el Cerro fue apoteósica. Lo que se vive en ese barrio es indescriptible. Sólo hay que mirar a los balcones para ver a las señoras mayores sentadas con sus colgaduras, arrancando incluso los geranios que con tanto mimo cuidan para lanzárselos a la Virgen de los Dolores. Aprieta el sol, pero aún no hace calor. La temperatura es más que agradable a eso de la una de la tarde.Pero todo se para con la Virgen de los Dolores. Al llegar a la calle Aragón, no había un vecino que no tuviera los ojos empapados en lágrimas cuando comienzan Y para San Esteban, que es la siguiente. Este año salía antes, por lo que a muchos no le dio tiempo a ver la salida. Quizá por eso estaba tan llena la Alfalfa. El paso de misterio llega a Jesús de las Tres Caídas con compás, elegante. Este paso ha encontrado también el camino, con Mariano Falcón al frente. Muy elegante, sale de costero a costero y avanzando fino al frente.a llover pétalos en el primer balcón, y así toda la calle.De fondo, por Águilas, ya se vislumbra el palio de la Virgen de los Desamparados. Suena «Coronación» del Cerro cuando alcanza la confluencia de la calle Amistad.Nada cambia de momento. En los Caños de Carmona, el misterio de San Benito. Junto a las Tres Caídas de Triana, el paso que más expectación despierta por su andar. Suena «Y en la Calzá lo presentaron» y Luis Montoto se viene abajo cuando el Pilatos avanza poderoso.En ese momento, la calle San Fernando es un solarium. La poca sombra que hay es la que ofrecen los naranjos, y ya no se cabe. Sale el Cristo de la Buena Muerte y el contraluz es espléndido. La silueta del Señor con el sol de fondo y en todo lo alto es inconfundible. La cofradía se hace más larga que nunca. Hay algún mareo. Mientras la cruz de guía llega a la Catedral, el palio aún no ha salido. A eso de las seis y media, suena por fin el «Gaudeamos igitur» y el palio de la Virgen de la Angustia sale flechado hacia la Puerta de Jerez. En ese momento, todo el mundo tenía claro qué hacer.La Candelaria recuperó un itinerario sentimental por donde pasa cada año pero que, en este Santo Martes, cobró verdadero sentido. Allí se congregaron familias enteras, y no niñatos con botellas. Se llenó hasta la bandera y, sobre todo, la luz. La Candelaria es la luz, como la que entró por la malla del palio de San Nicolás desde que enfiló el Paseo Catalina de Ribera. En el bosque verde de los jardines, muchos descubrieron el verdadero color de las bambalinas, como un trampantojo que se confundía con la arboleda.Cuando cae la tarde, por el Arenal vuelve el Cerro con todo su barrio, justo cuando la de San Nicolás se recrea en su jardín. El Dulce Nombre sale con todo el sol encima, en un momento para la historia. Del júbilo de la Candelaria, a la austeridad de los Javieres, que viene por San Juan. En ese momento está saliendo el Cristo de las Misericordias de Santa Cruz. El público que se congrega en la Plaza del Pan para ver salir por Alcaicería la cruz arbórea que guía a los de Omnium Sanctorum está despistado.En Carrera Oficial el día va como un reloj. Santa Cruz sale de Campana a las 22.10 horas , como estaba mandado. Al diputado mayor de gobierno de San Benito, los de la presidencia del palio le dan la enhorabuena. La cofradía ha cumplido, con lo difícil que es meter 1.700 nazarenos y tres pasos en hora. Suena «Consuelo gitano» en la esquina de Orfila con Laraña, y de nuevo forma un lío el Pilatos.

-Miércoles Santo, fue los que Dios quiso
La mañana fue espléndida desde la salida de la Sed. El sol lucía en todo lo alto y el tiempo era primaveral. Salía el crucificado de Nervión y, en la primera levantá, el Cristo se vino abajo por un fallo en el cajillo. Fue un susto que no llegó a mayores y que se solventó rápidamente. Iba llegando la cofradía a San Juan de Dios y el calor empezaba a apretar. Y ya, en la salida de San Bernardo, hubo alguna que otra lipotimia. Tanto es así, que en la calle Ancha los litros de cerveza se bebían como si fuera agua. Estaba ayer muy contento el barrio. Este paso es el canon de los crucificados de Sevilla, al que si ya la Presentación al Pueblo le interpreta marchas clásicas, uno parece estar viviendo la misma estampa que mostraba ayer Javier Comas de la cofradía en blanco y negro. En el mismo sitio, y a la misma hora. Éste sí que es el rito y la regla del Miércoles Santo.En San Antonio corría una brisa agradable que suavizaba la sensación de calor. Salía el Buen Fin y muchos se sorprendieron al ver el santo sudario en un pasito portado por acólitos. Fue una de las imágenes de la jornada. El crucificado de Sebastián Rodríguez -al que quién sabe si próximamente podríamos verlo de nuevo arropado por figuras secundarias- superaba la puerta del exconvento y el cajillo jugaba una mala pasada al intentar elevarlo, pero se solventó sin problemas, aunque eso hizo que la cofradía tardara en salir más de la cuenta. Sonaba Centuria por primera vez en esta Semana Santa, símbolo del clasicismo de la jornada de ayer.De San Antonio a la Alameda, donde el poderoso misterio de la Lanzada dio una vuelta que es cátedra para las cuadrillas de costaleros. Delante, el detalle de un guardia civil con su hijo en brazos vestido de monaguillo. Entre las columnas de Hércules corre una brisilla ya más que agradable. Se termina de aplacar el calor.Con el retraso previo y el producido por los incidentes de la Lanzada, el Baratillo tuvo que aguantar un parón enorme. La Piedad estuvo detenida cerca de 20 minutos en la calle Rioja. Tanto es así, que uno vio cómo se ponía el sol por la espadaña de la Magdalena, dejando una estampa única. Por la presidencia del paso andaba Morante de la Puebla de nazareno, y alguno jugaba a adivinar quién era. El público que estaba situado en la confluencia de Rioja con Velázquez disfrutó de una vuelta extraordinaria del paso de misterio del Baratillo. Soportó a pie parado cerca de una hora y media entre que llegó la cruz de guía y la Virgen de la Caridad, ya de noche. A los sones de «Pasa la Macarena», el palio con más gracia de la jornada, que venía de poner bocabajo la Magdalena con pasitos atrás, salió flechado hacia la Campana una vez se desbloqueó el cruce. Tanto es así que el giro lo hizo casi derrapando, causando cierta resignación entre el público que allí se encontraba, que sufrió también el castigo de los retrasos.El sol se iba por Poniente y el Cristo de Burgos cruzaba esa puerta simbólica hacia la noche que son las Setas de la Encarnación, que se han convertido en un reclamo para los fotógrafos y, también, para el público, que se sienta en las escaleras para ver pasar las cofradías como si fuera una tribuna de los pobres. La cofradía de ruan del día, perfecta y una delicia, se vio afectada por el paso de una ambulancia, que tuvo que cruzar el cortejo.Se desbloqueaba la Carrera Oficial y se ponía en la calle la hermandad de los Panaderos. Y, en el momento de la salida del misterio, se produjo otro incidente: se cayó el olivo del paso, por lo que el misterio del Prendimiento tuvo que prescindir de este simbólico elemento durante todo el recorrido, dejando una de las estampas más extrañas que se recuerdan en la hermandad. Llegaba a la Campana la cruz de guía de los Panaderos con media hora de retraso acumulado y el palio de la Virgen de Regla cerraba los desfiles procesionales a los sones de la centenaria «Soleá dame la mano». Quedaban los regresos que, en esta jornada, se masifican. Como ocurrió con el Buen Fin y la Lanzada por todo ese eje antes mencionado. Ese mismo público, se quedó a esperar a los Panaderos —cuyo palio entró a las cuatro de la mañana—, que junto a Santa Marta bien podrían ser las dos cofradías más complicadas de ver de la Semana Santa. También de regreso, como siempre fue una maravilla el Cristo de Burgos por su plaza, por la zona por donde siempre ha discurrido.

-Jueves Santo, el paraíso del cofrade
Arrancaba la tarde en la misma línea imaginaria que dibujaba la muralla almohade a la altura de Recaredo con la cruz de guía de Los Negros y ese contraste entre el recogimiento del impresionante Cristo de la Fundación de Ocampo en su monte de minicalas frente al rufar de tambores cigarreros en Los Remedios, al otro lado del río, con el Señor Atado a la Columna y un misterio que ha ido ganando con sus cambios. Siempre de frente y sobre los pies, al gusto de los Villanueva, con los látigos de los sayones sin apenas balancearse hasta que el viento apretó ya de vuelta por las anchuras del Cristina, San Telmo o la otra orilla. A la salida en la que ya es también antigua fábrica tabaquera estuvo invitado por la hermandad de su barrio el último pregonero, José Ignacio del Rey Tirado, emocionado ante «la reina del barrio de las vírgenes», como él mismo pregonó en el Maestranza. La Virgen completó un camino delicioso bajo su palio de cajón por el Arenal antes de llegar a la Campana –donde dedicó el trabajo a fallecido Paco de la Rosa a los sones de Soleá dame la mano-, plagado de marchas clásicas y después de perder uno de sus faroles, de los que se habían recuperado del siglo XIX, que tuvo que quedarse en la capilla de las Aguas. En su propio barrio, nada más comenzar a procesionar, varias petaladas y una mayor presencia de gente y de balcones engalanados subrayaban que se trata de un año de coronación.Intramuros, de Alhóndiga a Feria, otras dos cofradías se echaban a la calle en una especie de segundo tramo de tarde. En horas y caminos de chiquillos, que ayer poblaban las calles y las sillas. Siempre hay relevo. Y si no, que le pregunten a los 85 monaguillos que llevaba las Cigarreras. La Exaltación lo hacía cinco minutos antes de lo señalado para que el tiempo no se echara encima y el impresionante misterio pudiera avanzar sin apreturas. Sones del Sol en Sol a pleno sol. En la que pudiera ser la última salida desde los Terceros de la hermandad, donde el anhelo es volver a Santa Catalina tras catorce años. Antes habrá que solventar cuitas económicas con la Archidiócesis, y el dinero nunca ha sido cosa menor. Ni cuando los esclavos senegaleses ni cuando Murillo y los Neve ni hoy. Tras cubrir la penitencia hasta la Seo, la subida del paso de Cristo por las cuestas que llevan a San Pedro sobrecogió al gentío que a esa hora es cuando más se pareció en su cantidad al de otras jornadas. La Virgen de las Lágrimas se dio un baño de pétalos hasta llegar a la Encarnación y a su llegada a la Campana pudo de nuevo comprobarse que hay pocos palios tan delicados y excelsos como el suyo. Tanto como los alelíes y la retama con los que se adornó, como el manto ya del todo recuperado o la soberbia manera de pasear de noche de vuelta al templo. Y mirando de reojo a Santa Catalina…El Jueves Santo se completa de manera excepcional y con el contrapunto al sonido de cornetas con la severidad y el recogimiento de las tres hermandades que ocupan la noche. En torno a las ocho inició su estación de penitencia la Quinta Angustia, con su sublime paso de misterio precedido por su larga hilera de penitentes de cruces arbóreas. El brillo del bronce a causa de los últimos rayos de sol en la Magdalena anunció la salida de un piña barroca que volvió a concitar admiración y respeto y para la que desde algunos sectores de la propia hermandad se pide una banda con las marchas clásicas y no el trío de cantores; aunque éste le sigue dando un aire venerable que le confiere un carácter indiscutible. Al tradicional y estremecedor movimiento del Cristo del Descendimiento de Pedro Roldán se le sumó el del Santo Sudario por el viento que ya soplaba cuando la luz se marchó. Pero el día y la semana no podrían explicarse sin la Virgen del Valle, que comenzó su siempre elegante camino con el «himno de la ciudad», la marcha que lleva su nombre, interpretada por Tejera. El palio más antiguo completó uno de los trazados más bellos de toda la semana a la vuelta por el andén del Ayuntamiento, Cerrajería y Cuna en esos momentos de la noche tan místicos que sirven de transición hacia el viernes.
Y con la luna ya en el cielo se abrieron las puertas del Salvador para que realizara su estación la hermandad de Pasión, la cumbre del Jueves Santo sólo minutos después de que sonase Virgen del Valle. La colosal talla de Martínez Montañés hizo esta vez su estación de penitencia con una de las túnicas más importantes de todo el arte del bordado español, la de «los acantos», dando una categoría incluso mayor al egregio conjunto que completa el paso de plata y el monte de claveles rojos. Diez minutos antes de las nueve la plaza recibió con un silencio sobrecogedor a la obra culmen del barroco sevillano sólo roto por los habituales vencejos para contemplar cómo se marchaba el hijo de Dios con su poderosa zancada de pie izquierdo y la cruz a cuestas.

-La Madrugá,la noche sevillana
Todo iba como la seda, a pesar del escasísimo público que desnudó las calles por el frío y por el miedo a lo sucedido el año pasado con las avalanchas. El control policial era férreo. Sin embargo, cuando el Calvario se encontraba saliendo por la puerta del coro de la Magdalena, a las 3.34 horas, al parecer un ruido provocado por un menor que cerró un cubo de basura originó una estampida que duró entre 10 y 15 segundos, que fue eficazmente sofocada por la Policía. Los ecos de la avalancha, que no tuvo importancia a excepción de algún ataque de ansiedad como el de una nazarena del Calvario, llegaban al resto del Centro con prudencia para evitar más alertas, tanto por el Cecop como por los medios de comunicación.En Triana, en ese momento, el palio de la Esperanza se encontraba bajo una manta de pétalos en Pureza a los sones de «Campanilleros», levantándose al compás, y provocando el éxtasis del barrio. Minutos antes lo había hecho el misterio y toda la exuberancia del andar, que hacía estallar en oles y palmas al público que llevaba acampado allí desde las primeras horas del Jueves Santo —alguno con cachimba, la nevera y la esterilla de la playa extendida en la acera.Llegaba otra prueba de fuego: el funcionamiento de la nueva estructura de la Madrugada tras los cambios realizados. El Silencio dio un rodeo por la Gavidia que, aparte de poco estético –la calle Santa Vicenta María es horrenda— la cofradía iba poco arropada. Eso sí, todo (o casi todo) funcionó como un reloj: el cruce de la Esperanza de Triana con el Gran Poder quedó despejado a tiempo, así como el de la Macarena con el Silencio en Trajano, o el del Calvario con la de San Antonio Abad en Alfonso XII. Terminaba de pasar el palio de la Presentación del Calvario por la Campana y la Esperanza de Triana pedía la venia en hora. en ese momento, la cruz de guía del Gran Poder venía ya por Virgen de los Buenos Libros hacia el nuevo itinerario de Jesús de la Vera Cruz y Baños que, gracias a que se llevó a cabo este cambio, no coincidieron las cofradías de San Lorenzo y la del Silencio.El Señor de Sevilla, de una enorme chicotá, recorrió el tramo que va de la parroquia de San Vicente a la capilla de las Eclavas del Divino Corazón. Y, de allí, a Vera Cruz. Entonces, comenzó a chispear y el ritmo de la cofradía era altísimo.

En la Campana entraba la Esperanza a los sones de «Soleá dame la mano» por su cien aniverario, en un momento sublime. Y, después —con 20 minutos de retraso— se desvelaba uno de los secretos mejor guardados: la entrada en la Carrera Oficial del Señor de la Salud iba a tener una sorpresa. Con el Señor detenido en el palquillo, Pedro «El Granaíno» y su voz rasgada camaronera le cantaba al Gitano de Sevilla mientras recorría en silencio, tan sólo con su extraordinaria voz flamenca, el pasillo central de la Campana. Y, después de formar un lío con la saeta, arrancó la banda con el fuerte de «La Saeta» de Serrat, para el delirio de los abonados.El Gran Poder ya estaba dentro, igual que el Silencio, mientras que el Calvario estaba también próximo a la Magdalena. ¿Qué haría la Macarena? ¿Pasaría como en 2013? Pese a que el plan previsto era que se iba para el Salvador, la hermandad decidió acertadamente tirar para adelante y, en el caso de que le sorprendiera la lluvia, refugiarse en San Juan de la Palma, donde la hermandad de la Amargura se afanó por tenerlo todo preparado e incluso instaló la rampa en la puerta de la plaza.

Sin embargo, pese a que todo parecía que iba a acabar en un chaparrón, no cayó nada. El frente pasó bordeando la capital y no ocurrió nada. La Esperanza de Triana decidió salir de la Catedral y continuar el regreso a la capilla pero acortando el camino, yendo directamente por Pureza al llegar al Altozano. Los Gitanos, por su parte, decidió volver a su templo rápidamente. O, al menos, así lo comunicó el hermano mayor, al que un hermano le reprochó en el interior del templo a voz en grito el porqué de la decisión y que quién había sido el meteorólogo que le había asesorado. La cuestión es que los Gitanos fue la única hermandad que no hizo estación de penitencia a la Catedral, al interrumpirse la misma.Ya en la mañana del Viernes Santo, el cielo se abrió por momentos, aunque también se ocultaba de vez en cuando el sol por los nubarrones. Se terminaba una Madrugada triste, por la interrupción de la estación de penitencia de los Gitanos, fría, despoblada y con un amago de carreritas que hicieron temer lo peor.

-Viernes Santo, la lluvia se hizo notar
Ambas hermandades acertaron plenamente y decidieron esperar 45 y 15 minutos respectivamente para poner a sus cofradías en la calle, en vistas a que la meteorología iba a mejorar. Se arreglaba el Viernes Santo y, como un efecto dominó, la O y la Soledad de San Buenaventura decidían ponerse en la calle también.Con estas cuatro hermandades camino de la Catedral, un nuevo aviso de Aemet apuntaba que al final del día podría haber un riesgo de lloviznas de un 40%. Esta decisión hizo dudar a San Isidoro, que pidió media hora de retraso y no repartió los cirios hasta última hora. Mientras tanto, en la Carrera Oficial entraba la Carretería y, por la calle Tetuán, venía con «Valle de Sevilla» la Soledad. Ambas cofradías se podían ver de forma cómoda. Ayer se confirmó la tendencia de esta Semana Santa algo extraña en la que hay menos masificaciones. Cruzaba entonces el Cachorro la Magdalena bajo un cielo de nubes de algodón que, por momentos, se volvían negras. Ese cielo es el que captaron Rechi y Comas con sus cámaras en los bajos del puente de Triana mientras pasaba la O: tornasol, de la atardecida, y el contraluz espléndido con la figura del Nazareno recortado en ese fondo, digno de una pintura de Carmen Laffón.Y de nuevo el protagonismo para el tiempo. En breve caería una lluvia débil, por lo que el Cachorro decidió volver a la mayor velocidad posible, pero sin descomponerse en ningún momento. La O, por su parte, cambió el recorrido de vuelta para hacerlo siempre detrás de su vecina. Salía San Isidoro de la Catedral y, ya con la cofradía en Francos, comenzó a chispear. Nadie se alteró. Todo el mundo guardó la calma. Sin ningún tipo de aspaviento, la cofradía fue acelerando el ritmo camino del templo.
Mientras tanto, al Nazareno de la O le ponían un chubasquero que lo cubría al completo excepto el rostro, en una imagen que ya se vio décadas atrás. El Cachorro pasaba por la calle Castilla a toda prisa y con cofradía completamente formada. La imagen del Cristo de la Expiración bajo ese cielo rosáceo de la noche, con el chirimiri, formaba parte de su propio misterio: tras la muerte del Señor, una tormenta. El Cachorro no muere nunca, por lo que sólo fueron cuatro gotas.Esas cuatro gotas sí obligaron a la Mortaja y a Montserrat a permanecer en la Catedral. El Cristo de la Conversión, incluso, tuvo que volver sobre sus pasos para refugiarse. Ambas hermandades esperaron media hora para decidir qué hacer y, finalmente, con mucho público esperando en la calle Alemanes para ver qué ocurriría finalmente, se tomó la decisión de que Montserrat saliese por la puerta de San Miguel y, la Mortaja, por Palos. La primera cambiaría el recorrido de vuelta, para llegar cuanto antes por la Avenida de la Constitución, Plaza Nueva, Méndez Núñez, plaza de la Magdalena y San Pablo. La segunda, por su parte, continuaría el camino inicialmente previsto.Un regreso de las hermandades que fue, sin lugar a dudas, uno de los grandes momentos de la Semana Santa.

-Sábado Santo, el sol lo permitió todo
Ese sol que el Viernes Santo se escondió, volvió a lucir.Primero, en el Plantinar, para una hermandad que necesita esa luz para encontrar el camino. Demasiadas ausencias: 44 nazarenos en los tramos del Señor son demasiado pocos para una cofradía que viene de un barrio a la Catedral. Ausencias también de público, con imágenes desoladoras del cortejo tanto a la ida como a la vuelta. No termina El Sol de encontrarse con Sevilla y viceversa.Luego, en San Marcos, la foto de siempre de la torre mudéjar con el imponente misterio que, al llegar a los palcos, le tocaron «Cristo en la Alcazaba», la misma marcha que sonó para la primera Soledad del Sábado Santo en ese mismo punto. Un palio que se ha terminado de consagrar, elegantísimo, que ayer iba exornado de flores de forma magistral.En la plaza de San Francisco, el sol que entraba por la calle Granada hacía refulgir el canasto dorado, ya completo, del Cristo de las Cinco Llagas, y el rostro de la última Esperanza de la Semana Santa, que avanzaba con «Pasan los Campanilleros» para poner una nota alegre a una jornada demasiado triste. En él el tiempo no existe. No es nostalgia.

- Domingo de Resurreción, y todo cambió
Tanto el Sábado Santo como el Domingo de Resurrección fueron pletóricos en cuanto al tiempo. Con la nostalgia por lo vivido, con un ambiente mucho más familiar, las hermandades hicieron su estación de penitencia en un clima agradable. Se confirma que la Resurrección ha encontrado el camino con el nuevo horario y que El Sol aún debe buscar el suyo. Además de poco público, esta cofradía de barrio llevaba un cortejo excesivamente poco numeroso. Por algo será.También, la de 2018 fue la Semana Santa en la que se confirmó que hace falta mucha pedagogía con parte del público, ignorante de los protocolos para ver cofradías, que es capaz de plantarse un día antes de una salida, con neveras, esterillas e incluso cachimbas, a la voz de: «Aquí no se pone nadie más». Y, por último, también se puso de manifiesto que a jornadas como el Domingo de Ramos y Miércoles Santo le hacen falta una reforma para solventar los enormes retrasos de más de una hora, en la primera, y la pescadilla que se forma en la segunda. La Semana Santa terminó y habrá que esperar de nuevo. 

Comentarios