Cuando pasa el mes de noviembre, después del luto, estamos esperando a la Esperanza. Por que desde que llega ese 1 de diciembre, nuestra alma espera impaciente que llegue ya ese 15 de diciembre, cuando nuestra Madre baja para vernos. Cuando la tenemos de frente, cuando vemos su mirada, sus lágrimas, sus manos, sentimos como si fuera el beso de una Madre, una caricia que hace que el resto del año merezca la pena.
Cuando ya parece que el año se está acabando y todo el mundo está cantando villancicos, el sevillano se olvida y va a ver a su Madre a su casa, después de mucho tiempo, cómo cuando te vas de casa y vuelves por navidad a casa de tus padres, eso es lo que siente el sevillano. Por que esperar a la Esperanza no es solamente quedarse y sentir ese cosquilleo cuando besas la mano de la Madre de Dios, es mucho más. Es ir a verla, contarle los problemas, hablarle, pedirle cosas, en definitiva tener la última conversación antes de que acabe el año.
Este mes se ha empeñado en acelerarnos el corazón, en hacernos doblar la rodilla ante tus Padres. Aunque tengamos que esperar colas, días, una mañana, una tarde, todo es poco para ver a tu Madre, el mejor regalo posible. No se mueve, no se marcha, está esperando a que tú vayas y les cuentes tus penas, tus alegrías y también tus gracias por este año, por que Ella no habla, pero siempre escucha. Un aliento que ilumina tu mirada cuando la ves.
El amor de verdad que llega en diciembre de manos de la Esperanza. De la Esperanza sevillana, y los sevillanos lo saben. Recen que Ella escucha.
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